viernes, 30 de octubre de 2009

Silvia Plath

Silvia Plath. Faltan horas, antes de que Silvia Plath meta la cabeza en el horno. Silvia Plath escribe, nos dice que para ser escritor, solo hay que dejar que un tema se meta con tu cabeza, haga un tiradero y luego lo olvidas, al final el requerirá hablar por ti.

Grano, diurético, alcaloide ,36 mg de sodio. Silvia Plath logra colocar una taza de café entre dos habitantes del mismo piso, esta, hecha ya pedazos, se convierte en prueba forense de una cena de buena intención y otro que sabe el veneno de rata en la sustancia.

-El café aun no está en el grado indicado- hace memoria Silvia Plath -veo la tetera, el reloj que hierve, acostada a un lado del refrigerador, me seco en el piso, hierve, hierve, hierve, los objetos se vuelven todavía más insoportables cuando tienen que decirte algo antes que tus labios, hierve,hierve,hierve, vierte una vida más de las 7.

Silvia Plath da un giro a la historia, es una muchacha que corre, corre a ese desierto blanco que algunos llaman nada, no comprende porque ahora los eventos resultan tan gratificantes, cuando no puedes comer, cuando te comes a ti mismo, maquina reproductora de bolsas de aire, 150 kc, 200 puntos por la caminata, solo…cafeína que inunda tu cuerpo y tus ganas, cafeína que te permite rodearte de cientos de paredes a las que no tienes porque responder ya no tienes más, 2 minutos, la respuesta de quemado, acabara con lo único que llevas en el sistema.

¿La taza, el crimen o la contabilidad? ¿lo que hay dentro de la taza, la muerte o tu? ¿Cuál es el tema, cual el miedo?. Silvia Plath decide regresar a la taza de café con veneno de ratas. Bebé. Ya hace dos horas que Silvia Plath ha muerto. ¡Bienvenida seas, Silvia Plath!